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jueves, 23 de enero de 2014

El acto reflejo de una sociedad influenciable.

La iglesia se ha esforzado demasiado en crear un séquito de fieles cuyas acciones puras, apoyadas por un Dios lejano e intangible le permitieran diferenciarse del resto de la sociedad, insana, peligrosa e insolente; no merecedora del reino de los cielos y el perdón del misericordioso verdugo con túnica blanca; dedócrata empedernido, arrogante, ególatra, orgulloso, iracundo, explosivo, envidioso, indolente, inseguro, ambicioso y monopolizador de la fe y las creencias intrínsecas de un pueblo creado por él y para él. Visto desde ese punto, el perdón de una criatura tan humana  no es necesariamente una de las joyas de la corona de Luis V, ni tan valioso ni exclusivo.
Y es que, Dios nos "hizo" a su imagen y semejanza, haciéndonos las bestias más avanzadas intelectualmente de los dominios que él gobierna absolutamente. Nosotros, su físico terrestre somos dioses para nuestros inferiores; la proyección de Dios no puede ser menos en la Tierra que lo que él es en los cielos. Arrogancia.
"No mencionarás mi nombre en vano", "Sólo me adorarás a mí" y otras frases en las que Él se coloca sobre nosotros, su proyección tridimensional, no sólo dejan clara su superioridad divina, sino que, aparte nos subordina a su merced, debiendo adorarlo, aun con exclusividad. Egolatría.
La misma subordinación nos hace esclavos de un absoluto emperador de miles de reinos, establecidos por nosotros mismos. Su reino "celestial" se extiende a nuestros dominios, expropiándolos a ellos y a nosotros mismos.
Sí. La religión dio forma a la sociedad occidental, lo sabemos. Aún así, no la creó afianzándola a las raíces caritativas y comprensivas del omni-todo, sino amedrentando y oprimiendo. La viva prueba de esto es la famosa frase "no le tiene temor a Dios".

La frase anterior nos permite deducir lo siguiente: la sociedad religiosa no es "buena" y "misericordiosa" porque crea fervientemente en que esta conducta les permita tener una consciencia limpia y un futuro pleno.
El ser humano, por muy inteligente que sea, jamás perderá sus instintos naturales. Acércale un arma a una persona y verás que no empezará un proceso mental del tipo "pistola-bala-disparo-muerte-funeral-aumento del dólar".
Si a un grupo de gente con ansias de creer en algo le presentas un ser sobrenatural, omniarrechísimo, más poderoso que Galactus, destructor de planetas enteros, que tiene un campo de concentración que abarca todo África, lanza meteoros a reptiles gigantes lanzafuego y es autor intelectual de genocidios de niveles hitlerianos a poblaciones que practican sexo anal con regularidad que, ORDENA que lo ames sólo a él, por encima de tus hijos, para evitar ser enviado a norcorea a quemarte en las pailas del palacio de gobierno de Kim Yong-Un/Il, ¿tú crees, realmente y sin que te quede nada por dentro, que esa gente va a decidir deliberadamente hacer caso a estas órdenes para procurarse una consciencia eternamente libre y limpia, y no para evitar que la engrapen a una silla de hierro ardiente? Da para pensar, pero no tanto, ya que todos y cada uno de nosotros sabemos la respuesta.

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