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jueves, 11 de abril de 2013

El tonto en su funeral en Leipzig.

Faltan cinco minutos
para la ejecución.
Vamos a tratar los puntos
que causaron preocupación
en mis últimos días en el mundo
y nunca hallaron solución.

No tengo facilidad
para expresarme con claridad.
Si me quieres escuchar
paciencia vas a necesitar.

Comienzo:

Espero tengas tiempo para esto.

Como sea.

Aquí empieza.

Una linda tarde de 14 de febrero
encontré manera de hacerle un regalo.
No era mucho, lo acepto,
pero, quería ofrecerte algo
en vez de pedir un beso.

Primero,
el beso me lo callo
por no querer ser grosero.
Prefiero guardarlo
antes que salir perdiendo.

En fin:

Me pierdo.

Continúo:

Un dulce de piel oscura
para endulzarle la semana.
Para que, al ver la luna,
recuerde un tanto mi cara;
y piense por vez una
en aquel que tanto le ama.

Esto aún no lo entiendo.
¿Por qué sufro yo tanto?
¿Cómo puede pasarme esto?
¿Cómo puedo querer algo
hecho sólo de piel y hueso,
como el limón, agrio
y sin habilidad para el cortejo,
que da besos sin ánimo,
y no tiene nada de bello?

¡PERFECTO!

Es mi culpa.

No me importa.

Ya el 16 de febrero esaré tranquilo
acostado sin preocuparme
en una cama roja de lino
con lindas paredes de roble
y un limpio techo de vidrio
a través del cual veré
a mi grupo de amigos
saludando y partiendo con lágrimas
fulgentes con un extraño brillo.

De seguro no me visitarás.

De seguro ni te acordarás
de aquel presente de hace dos días
ni mucho pensarás
en cuanto te amé en vida.
Te comprendo más de lo que creerás.
Tampoco te invitaría
porque sé que no vendrás
A darme un último beso
la mañana del día de mi funeral.

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