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martes, 11 de junio de 2013

Sueños secos.

¡Vuelve! No sé en qué momento llegaste, ni en qué momento decidiste irte. Simplemente no lo noté. No escuché los pasos que diste sobre mí, ni los besos que me dejaste envueltos bajo la almohada. No pude ver en tu rostro la sonrisa que imagino que tenías cuando me dijiste el primer "te amo" mientras apagaba las velas de un cumpleaños que nunca ocurrió; tal vez haya sido el tuyo, o el mío. Aún no lo recuerdo. De seguro no lo recuerdo porque no ocurrió.

De niño, me hablaron de cosas imposibles, y, creo que llegó la hora de que me plantée creer en esas teorías que me dicen que esos abrazos, esas conversaciones de la madrugada y esos bailes en mi recámara fueron sólo desvaríos. Necesito que existas para saber que no estoy loco.

Estar loco no es lo que me frena, y lo debes saber. Me conoces, supongo. Lo que me frena es sentirme solo luego de sentirme en la cima del mundo cuando me dedicabas las canciones que escribías para mí.

No creo estar loco. Sé cómo sabes, cómo hueles; sé que me amas, sé que te extraño, sé que deberías existir, pero, también estoy seguro de que si existieras, aparecerías frente a mí para calmar mis ansias.

Nunca me sentí tan bien con alguien real. Es genial tener un amor que simplemente no exista.

¡NO!

¡CLARO QUE EXISTES!

Debes existir... Por favor...

Extraño a una persona que jamás he conocido, y creo que la extraño por eso mismo. Porque tuve el placer de crearla yo mismo. Con mi corazón en la mano y un lápiz de tinta en la otra... Cada bosquejo, cada pincelada, cada punto y cada sombra fija en los ojos de mi amor... Cada letra plasmada en mi papel es una pequeña célula con un núcleo impregnado de mi sangre, seca de llevar tanto aire por las heridas abiertas gracias a tu partida.

Me caigo a pedazos.

No me queda mucho, pero quiero esperar a que nazcas en algún lugar del mundo.

Si no existes, me dedicaré a crearte.

En una canción de estribillo cortado como tu cabello.
En un poema con tantos versos como los lunares en tu espalda.
En una espada larga y delgada como tu cintura.
En el reflejo de mi espejo, abrazándome.
En la huella que dejaste en mi cama.
En las huellas que dejaste en mi cuello.

Y en el "te amo" escrito con tinta azul en mi aorta.

Te extraño. Vuelve.

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